Cuando el dolor y la incomodidad ocasionados por los dolores menstruales parecen haberse alejado, surgen nuevos y aún menos tolerables sensaciones asociadas al retiro de la «regla». Entonces la revolución hormonal experimentada por el cuerpo femenino -que empieza a sentir los estragos del envejecimiento- sufre una serie de contradicciones orgánicas que terminan por dañar la calidad de vida.
El tratamiento hormonal de restitución hace posible una rápida desaparición de los bochornos, las sudoraciones nocturnas, el insomnio, entre otros síntomas. No obstante, su poderoso efecto también se agota al poco tiempo, dejando molestas secuelas, como embotamientos, saliva amarga, hinchazones, dolores de cabeza, mareos e indigestiones. Y aunque muchas mujeres persistan con las pastillas hormonales, la gran mayoría abandona el tratamiento antes o después del primer año (solo la sexta parte de las que iniciaron continúa con la terapia).
El estrógeno se refiere a cualquier sustancia natural o sintética que genera cambios en el útero previos a la ovulación, siendo responsable de la producción de las características sexuales secundarias en la mujer. El problema de consumir estrógenos es que puede llegar a causar -entre otras cosas- cáncer al útero. Sin embargo, los de origen vegetal no alteran la fisiología femenina y sus consecuencias son largamente más positivas que las que no son naturales.
Los fitoestrógenos o estrógenos de origen vegetal pueden hallarse en gran proporción en alimentos como la soya, la linaza, la alfalfa, el gingseng y la maca. Y en menor -aunque no despreciable- cantidad en el brócoli, la coliflor, la col, el anís y el apio. Y aunque no paran el proceso menopausico, sí dejan de lado sus nocivos efectos.
Fuente: Barrio, Sacha. La gran revolución de las grasas.
Tags Blogalaxia: Mujer, Salud, Menstruación.
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