Por mucho tiempo (hasta la actualidad), los lácteos han sido considerados la base de nuestra alimentación. E incluso figuran como ingredientes de productos cosméticos, como cremas y mascarillas.
Supuestamente, estos productos contienen un alto porcentaje de calcio, entre otras sustancias que contribuyen al fortalecimiento de los huesos, la cicatrización de las heridas y el recubrimiento de las paredes del estómago para evitar la generación de ácidos gástricos.
Hasta cierta parte, las propiedades que se atribuyen al líquido blanquecino y sus derivados son correctas. El problema es que la mayoría de nosotros las asociamos solo a la leche de vaca, que es precisamente una de las que podría causarnos más daño.
No lo digo porque no me guste o porque la leche de vaca sea mala en sí misma, sino porque recientes investigaciones han demostrado que para adaptarla al consumo humano de forma industrial, esta leche es sometida a procesos como la pasteurización, que pretenden “limpiarla” de bacterias, pero le restan todo sus beneficios.
Además, para reemplazar los componentes perdidos le agregan una serie de químicos que a la larga producen afecciones digestivas, a su vez causantes del cáncer al estómago.
Para los intolerantes a la lactosa y todos aquellos que se hayan visto afectados por la leche de vaca o no estén dispuestos a ello, les recomiendo al 100% la leche extraída naturalmente de semillas como la soya, la avellana, la avena, el arroz, entre otros cereales.
Definitivamente, tienen todos los beneficios (y más) de los que se dicen acerca de la leche procesada por la industria. Y a su vez, sirven como ingredientes de belleza para tener unos dientes y uñas con brillo envidiable, así como una piel tersa y libre de impurezas gracias a los baños y máscaras caseras a base de su combinación con otros ingredientes como la miel y la manzanilla.
Fuente: Alimentacion-sana.org
Imagen: Saludcardiovascular.com
Tags Blogalaxia: Belleza, Salud, Alimentación, Lácteos.
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