En momentos en que la tensión y los problemas están a punto de hacer estallar nuestras cabezas, queremos tirar la toalla y procurarnos una amnesia voluntaria de las situaciones que se nos presentan.
A veces resulta tan difícil sobrellevarlas que recurrimos a fármacos o nos sentimos tentados a probar otras sustancias no precisamente legales para aliviar en algo nuestro cansancio y dolor.
Salvo que padezcamos alguna psicopatología grave en la que las medicinas sean trascendentales para controlarla, existen formas más eficaces para combatir los malos ánimos producidos por el estrés, que pueden ser generados por nuestro propio organismo.
Las sustancias más potentes fabricadas por nuestro cuerpo para “sentirse bien” reciben el nombre de endorfinas. Estas no solo bloquean el dolor, sino que además pueden promover la curación, fortalecer el sistema inmunológico y producir intensos sentimientos de bienestar.
La producción de endorfinas es resultado de un pensamiento positivo. Las drogas pueden “ayudar a resistir” el dolor, pero a la larga pueden tornarse adictivas y destructivas. Así mismo, la acción de las endorfinas que fabricamos naturalmente puede ser bloqueada y hasta revertida por la administración de medicamentos que contengan esta sustancia.
Si no estamos viviendo la última fase de una enfermedad terminal o tenemos un serio padecimiento mental, no necesitamos de fármacos “fortalecedores de ánimo”. La superación de odios y resentimientos y el cultivo de la fe por la vida son nuestras mejores armas para calmar ansiedades que enferman nuestro cuerpo y espíritu y que nos hacen olvidar que después de aquellas tensiones hay momentos de felicidad que alimentan el alma para enfrentarnos a problemas que solo con un pensamiento positivo pueden convertirse en oportunidades para vivir bien la vida.
Fuente: Dielh, Hans y Ludington Aileen. Vida dinámica.
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