Bajar de peso no es un problema. Por el contrario, es altamente beneficioso para nuestro cuerpo, autoestima y salud. La dificultad reside en que al intentar disminuir esos kilitos de más podemos cometer algunos excesos que pongan en riesgo todo lo que hemos venido haciendo por proyectar una silueta envidiable.
Muchas mujeres suelen confundir el hecho de llevar una dieta balanceada con una radical disminución de la cantidad de comida. Pero hacer dieta no es sinónimo de morirnos de hambre, sino de seguir un régimen alimenticio saludable y de acuerdo a nuestras necesidades.
Si a ello le sumamos la práctica de algún deporte y el agitado ritmo laboral, en solo cuestión de días empezaremos a sentir las consecuencias de la falta de alimentación, traducida en una piel pálida como si acabáramos de donar sangre; ojeras de “zombies”, dolores de cabeza y estómago y hasta desmayos.
A nivel mental también se experimenta un profundo cansancio, dificultad para concentrarnos y aprender, carácter irritable y gran ansiedad, que en el momento menos pensado nos llevará a darnos un gran atracón de comida chatarra, recuperando en un dos por tres el peso que habíamos perdido momentáneamente.
A su vez, ello puede indicar que padecemos una enfermedad como la anemia o, lo que es peor, convertirse en un trastorno alimenticio como la bulimia (en cierta medida, la privación de alimento es una conducta anoréxica, que suele ir de la mano con este problema y que puede llevar hasta la muerte).
Al menor de los síntomas o incluso antes de comenzar el “tratamiento” para bajar de peso, lo mejor es acudir a un nutricionista que elabore un plan alimenticio de acuerdo a nuestros antecedentes clínicos, estilo de vida y necesidades. Es lo más saludable que podemos hacer y con menor riesgo de caer en la tentación de la chatarra.
Imagen: Bajo en Calorías
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